Gálvez acumuló su sexto descenso en la historia y el
golpe anímico caló hondo en su legión de seguidores. Un fotógrafo de DeChalaca,
hincha a muerte de la franja chimbotana, exterioriza el pesar galvista tras la
perdida de la categoría.
Esta vez voy a dejar mi cámara de lado para expresar en estos párrafos mi sentimiento como hincha galvista y como chimbotano.
Nací en Chimbote en el año 1994. He convivido con el fútbol desde que tengo uso
de razón. Son diecinueve años de un matrimonio que aprendí a jugar, querer y
comprender. Ahora como fotógrafo deportivo con mayor razón. Mi padre, Miguel
Koo Chia, me enseñó a amar el fútbol y a Chimbote con todo el amor posible. Yo
lo he visto entregarse a su ciudad con un fanatismo admirable y todas las
iniciativas que he podido plasmar hasta el momento, han sido absorbidas de su
ejemplo.
Ese sentimiento, esa forma de vivir los partidos, de
estresarse y de gritar los goles, lo aprendí también de él cuando lo vi
trabajando en el Deportivo Sipesa, Deportivo Pesquero y posteriormente en José
Gálvez. En las incontables tardes de gloria en el Gómez Arellano y en el Manuel
Rivera Sánchez. Todos los escudos deportivos que representan a nuestra ciudad
son uno solo. Es el escudo de Chimbote el que nos representa a cada uno de los
370 mil chimbotanos en el país y en el mundo.
Aprendí a respetar el profesionalismo y el trabajo de los
mayores. Papá me enseñó a identificarme con el club pero me enseñó también a
guardar mi distancia con el equipo, en presencia física y con mis comentarios,
porque en todo momento me recordó que no tenía ningún tipo de privilegios por
ser su hijo. Hemos celebrado con el José Gálvez en los buenos momentos (desde
la tribuna, la tele y la radio) y también hemos sufrido con el inmenso dolor de
verlo descender, como en esta oportunidad. Tengo el recuerdo intacto de las
gambetas del ‘Cholito’ Sotil en el Centenario, las atajadas del ‘Gato’
Fernández y la dupla letal que conformó ‘Karioka’ Velásquez con el ‘Toro’ Meza
Cuadra, allá por el 2008. Como no recordar el 20 de setiembre del 2009 cuando
le volteamos el partido a un poderoso Juan Aurich en Chiclayo por 1-2. El mismo
equipo que nos descendería este año. Aquella tarde regresaba de un retiro
espiritual y mi autobús se quedó varado en el camino, pero todos seguíamos el
partido por la radio. Ese día el ‘Canguro’ Ferreyra le atajó un penal a Mayer
Candelo sobre el final y todos estallamos de alegría. Nos olvidamos del frío,
del hambre y la soledad.
Los años posteriores fueron muy irregulares. Mi papá fue separado del plantel
en el 2010 por decisiones políticas y ese año vimos con impotencia como nuestro
equipo se caía a pedazos con un técnico que tomaba decisiones desde Lima. Ver
descender al equipo de tus amores, de la ciudad que te vio nacer y a la que
tanto amas es una sensación muy dolorosa que difícilmente podría plasmarse en
estas líneas.
Desde principio de año, nosotros los hinchas, teníamos la
esperanza de concretar nuestro sueño de ver a Gálvez en un torneo
internacional. Un sueño que llevamos postergando desde el año 1951 en que se
fundó el club. Los resultados no nos acompañaron, fueron adversos fecha tras
fecha. El club atravesó este año una inestabilidad política, eso es
visiblemente cierto. Hubieron muchos terceros, ajenos al club, que hicieron
daño, pero me parece que esos problemas no justifican, en lo absoluto, el
descompromiso evidente de algunos jugadores al momento de sacar adelante
partidos que teníamos que ganar. Yo creo que en la recta final todo el plantel
asumió un poco más la responsabilidad de salvar la categoría, puedo dar fe de
esa unión colectiva. El problema es que, los resultados finales, no plasmaron
esa unión colectiva que veía de lejos en el vestuario o que tal vez fue
insuficiente. Muchas personas echan la culpa a los dirigentes, a los técnicos
que han pasado este año y a algunos jugadores.
Esto es lo interesante de los fracasos, que siempre se buscan responsables y a quiénes echarles la culpa. Todos tienen un poco de responsabilidad en este desenlace y lo cierto es que nuestra ciudad se ha quedado sin fútbol profesional. Hoy es un día fúnebre para todos los que queremos a Chimbote. No he podido tampoco ocultar mi dolor con el silencio, ni las lágrimas derramadas en este texto. Siento que algo más se pudo haber hecho. La camiseta es pesada por su historia y a algunos les quedó grande.
Es probable que seamos el equipo con más descensos en el fútbol peruano, pero
también es cierto que hemos ganado todos los títulos organizados por la FPF, a
excepción del descentralizado y que tenemos una hinchada sufrida e
incondicional que apoya al equipo en todo momento. Si hay algo que tengo
clarísimo es que todo en esta vida da vueltas y más en el fútbol. Guardamos en
el corazón la esperanza firme de regresar en el 2015 haciendo las cosas mejor,
corrigiendo errores y formando un equipo más comprometido e identificado con
Chimbote. Nosotros seguiremos haciendo nuestro deber desde nuestras tribunas y
corriendo con la cámara en mano de estadio en estadio, mientras esperamos el
retorno triunfal de un grande del norte peruano.
Escrito por Miguel Koo Vargas (Twitter: @MiguelKooJr)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Porfavor sea educado y específico en sus comentarios.
JGracias.