[HISTORIA GALVISTA] EL TECHO DE RUBEN TECHERA por Rolando Lucio
“El fútbol es la única
religión que no tiene ateos”. Eduardo Galeano.
Las redes sociales han
simplificado las rutas para hallar a las personas que en otras circunstancias,
nos hubiera costado mucho encontrar; se han convertido en ágiles vías que sintetizan
o reducen, las correspondientes búsquedas. Hoy, basta transitar e indagar en
dichas redes para encontrar a diversos personajes que alegraron nuestras
existencias, escarbamos en sus rincones para dialogar con ellos, para conocer
como recuerdan sus pretéritos y como besan el presente, existen veces en que
incluso, se atreven a comentar sus mañanas, para ello nació El
Secuestro de la Inspiración, para abrazar la historia y así devolver
en oportunas prosas, el arte que nos dedicaron.
Es el caso de Ruben Héctor
Techera Gonzalez, uruguayo de nacimiento, peruano por querencia, honrado
trabajador del fútbol y generoso de profesión; quien fue el primer deportista
extranjero que llegó a Chimbote, en mil novecientos setenta y uno para defender
la camiseta del recientemente ascendido José Gálvez; le ubicamos en su
Montevideo natal, allí vive, conservando admirable fidelidad a sus
remembranzas, allí pasea su bien conservada biografía, ejerciendo su
cristiandad como creyente adventista, allí nos recibió con marcada bondad, en
todo momento de nuestra comunicación, presto estuvo para responder con
meridiana claridad y también con hondo sentimiento, a cada una de nuestras
inquietudes.
“Yo jugaba en el Nacional, cuando llegaron a la capital, Isaac Fullop
y Moises Zaidman, me hablaron del proyecto, nos pusimos de acuerdo al instante
porque me comentaron que Chimbote había sufrido una impactante tragedia,
ayúdanos a darle algo de alegría a nuestro pueblo, argumentaron”,
la voz del crack, se pasea con avidez. “El fútbol es una buena razón
para ser feliz”, cito a Jorge Valdano; “Así es, llegué junto a Nicolas Mastoro y César Fúa, a un club que era
una familia, una institución modesta con una gran afición, recuerdo que cada
día me invitaban a almorzar, a merendar o a cenar, personas de todas las
clases, ese cariño vive siempre en mi”, exhibe su emoción.
Delantera del José Gálvez de Chimbote 1971 en la que figuran: Alfredo Gonzáles, Rubén Techera, Alejandro Luces, Hipólito Estrada y Wilfredo Palacios
“Nosotros estudiábamos toda la semana y los domingos rendíamos el
examen, en la cancha”, se refugia en la metáfora, “Chimbote significa
todo para mi, pese que solo estuve diez meses, pero allí se germinó mi éxito
profesional en Perú, luego pasaría a Universitario donde fui ídolo
de los cremas”, percibo el orgullo de su deportiva profesionalidad, pero le
invito a volver al puerto norteño, “El
mejor partido fue contra Alianza, ganamos uno a cero a un club de enorme
historia, el gol lo hizo Papi Estrada de tacón”, saborea el
pretérito. “Fue un partido a mediodía, luego del triunfo fueron a comer
al Vivero, al restaurante Los Pinos, allí usted interpretó un tango”,
complemento, avivando el recuerdo de un recuerdo, “¿Estuviste allí?”,
retruca Techera, “Sí, era un niño de nueve años, había agotado mis
ventas de coca colas, entonces fui allí, porque Papá trabajaba en ese centro
recreacional”. Esta vez es él quien susurra un murmullo que semeja a
admiración.
“Nuestro objetivo era mantener la categoría”, señala
con certeza, “Por ello nos entregamos en cada encuentro, guardo un
especial recuerdo por mis compañeros, algunos de ellos ya no están, también
rememoro a grandes personas como el doctor Marco
Antonio Cavero, médico del equipo, al profesor Juan Honores, nuestro entrenador y a un hombre humilde que
llamábamos el Chino Manuel, era
nuestro utilero, siempre dispuesto a ofrecernos los mejor de él”, esta
vez el silencio nos interrumpe, “En
Chimbote fui aceptado Rolando, fui adoptado, fui mimado”, emocionado
expresa su sentir, “Por eso
cuarenta años después mi cariño por esa ciudad sigue siendo recíproco, mi dilección
es inmaculada por ese lindo lugar”. Dona su evocación.
“Luego vino el salto a
Universitario, fue otro reto, otra institución, con el ochenta por ciento de
jugadores en la selección, fue un desafío que me planteó el profesor Roberto
Scarone”, las añoranzas danzan al compás del personaje quien las evoca, “Acepté,
también formo parte de la historia de ese emblemático club; mi mejor partido
fue contra Peñarol, en un partido por la Copa Libertadores, ganamos tres a dos,
marqué un gol importante, la gente se asombraba como un uruguayo, se esforzaba
tanto por eliminar a un club de su país, pero yo era un profesional de
Universitario, además venía de Nacional, el clásico rival”, esta vez
sonríe, de la alusiva mención a la competencia entre los históricos de Uruguay.
“La música forma parte de mi
vida, es un signo de alegría, siendo el deporte una motivación constante, la
música es también motivación”, fundamenta su teoría, “Tanto en
Gálvez como en Universitario, cogía la guitarra, interpretaba conocidos temas o
componía basados en propios vivencias; cierta vez en Lima, me invitaron a
cantar en un conocido restaurante, al terminar vino un manager intentando
convencerme para grabar un tema, dejé que el tiempo transcurriera, hasta que un
día me senté con José Escajadillo, él, supo captar la esencia de mi sentir, es
un gran maestro, así nació Universitario y Yo, cuya orquestación lo hizo Victor
Cuadros, fue un gran trabajo de ellos, yo solo puse la voz”, aflora su
humildad.
Pronuncio Música, la
estrella uruguaya no duda, “Amor, compañía, forma parte de mi vida”;
cuando expreso Dios, su seriedad es manifiesta, “Es el guía
de mi vida, es el creador, yo pertenezco a la Iglesia Adventista del Séptimo
Día, vivo con su bendición”; a Chimbote siento que celebra
dicha palabra, “Es la raíz de mi
existencia en Perú, nunca me sentí un extranjero, en Chimbote me cobijaron como
alguien del lugar”; a José Gálvez sintetiza, “Es
lo mismo que acabo de decir, es ligado a lo anterior”; a Universitario tampoco
duda, “Fue la prolongación familiar que nació en Chimbote, siento mucha
felicidad que aún me siguen mimando”; a Uruguay solícito
manifiesta, “Fue el primer paso de todo, tierra que me vio nacer, que
amo, que vivo y donde moriré”, extiende sus ánimos; a Ruben Techera,
piensa breve y libera, “Un ser
humano común, que ama el fútbol, que jamás olvida su pasado y que en la
actualidad se identifica con la filosofía futbolística del Barcelona”.
Concluye su declaración de principios.
Agrego, que su caballerosidad es
de vieja data, llegó así a nuestra ciudad, exhibiendo notoria elegancia,
acariciando los vientos de las simpatías, presentando su rubia cabellera hoy
reemplazada por experimentadas canas; un varón que no teme a las lágrimas, un
maestro, que continúa ilustrando con su destreza, que nunca regatea con la
gentileza que atesora o con la cortesía que alberga. Fue un privilegio llegar a
las alturas de la exaltación y la terneza paseando en el techo de Ruben
Techera; él, fue un héroe de nuestra niñez, entonces, los preciosistas del
balón eran llamados por este insigne apellido, por eso hoy sigue siendo
personaje de epopeyas deportivas. Al terminar mi intercambio de emociones,
reviví mi admiración por ese ilustre deportista, que cada domingo nos hizo
olvidar calvarios y trajo la alegría con sus virtudes que convirtió en hazañas
inolvidables.
Un abrazo de gratitud, noble
maestro!
Fraternalmente.
Escrito por: Rolando Lucio
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