Wilfredo Peláez Olórtegui es editor de deportes del Diario de Chimbote y uno de los entrañables amigos de esta página web. En el presente artículo trata de desmenuzar la realidad del José Gálvez, que lejos de ser una institución consolidada a expensas de sus 60 años, aún se sigue manejando como un club.
José Gálvez está de aniversario, más no a tono con lo que manda su identidad futbolística. Si bien el equipo es líder en la Segunda División y tiene grandes posibilidades de retornar a la máxima categoría, viene precedido de malos manejos dirigenciales que no hacen otra cosa más que retardar su consolidación como institución; ergo, la franja chimbotana vive del momento ya que se conduce como un club, con constantes errores administrativos sobre la marcha y con un cúmulo de descensos que comúnmente avizoran inestabilidad con el paso de los años.
Espejo retrovisor
Es cierto que las comparaciones son odiosas, pero esta es una realidad que no habría porque ocultarla. En ese sentido, es necesario hacer un paralelo de la realidad galvista con la de FBC Melgar, equipo que junto a la franja subió a Primera División en 1971. Como es sabido, rara vez el club arequipeño ha estado inmiscuido en la lucha por el descenso; quizás estos últimos tiempos han sido los mas difíciles en su largo trajinar por el fútbol profesional. Y es que se trata de una institución con tradición y con trabajo, que realiza elecciones para elegir a sus directivos, tanto así que en los últimos años ha tendido hasta tres presidentes y todos ellos con capacidad de gestión para conseguir ese presupuesto que tanto ansia un club en la órbita profesional.
En ese transito de 40 años, pues, la diferencia radica en que el 'Dominó' nunca, mientras que el club chimbotano lo hizo en cuatro oportunidades (1973, 1997, 2006 y 2010). Y es que al no haber institucionalidad -allí los arequipeños llevan 40 años de ventaja-, el club galvista, que tiene tanto poder de convocatoria, pierde fuerzas y tuvo hasta 23 años en el limbo, después de aquel lejano 1973 en el que solo pudo salir de allí cuando apareció Héctor Pérez Pérez, quien con un trabajo de tres años logro el ascenso en 1996. ¿Cómo así? Las cuentas de su compañía financiaron esa campaña.
De este detalle se desprende un factor fundamental para la supervivencia de un equipo con la tradición del Gálvez. La historia indica, y no hay nada que diga lo contrario, que José Gálvez solo puede alcanzar la meta cuando están de por medio los mecenas; de hecho, el equipo vive en un mundo paralelo a lo que significan en el fútbol peruano clubes como Carlos A. Mannucci, Atlético Torino, Atlético Grau y Juan Aurich; es decir, elencos que históricamente arrastran masas, pero que sin una cabeza visible que financie al club no puede convivir con el éxito (en ese sentido, el 'Ciclón' es el que mejor encaminado se encuentra a partir de la llegada del Grupo Oviedo, aunque igual existe la interrogante por saber qué pasaría si es que en algún momento abandona el barco). En buen romance, son equipos del pueblo, pero clubes de nadie.
Pesca a la deriva
Son contadas las veces en que Gálvez tuvo un mecenas. Eso fue lo que hicieron Isaac Fullop (1972) y Héctor Pérez (1995-1997). Los que estuvieron después de 1973 también lo fueron porque pusieron dinero de su bolsillo para que el equipo active. Sin embargo, después de 1998 vino el problema, ya que al haber sido eliminados en la Etapa Regional por UTC, la franja volvió a la liga y es allí cuando aparecen como titulares en la directiva Felipe Chú, Norman Luna y Oswaldo Alvarado. Esa es una historia más actual, que la gente recuerda más. Entre el año 1999 y 2000 el club estuvo apunto de irse al purgatorio por las sendas resoluciones de castigo con los líos en la cancha en los enfrentamientos con Sport Áncash en el Gómez Arellano y la agresión a Luis Duarte Plata, en Barranca. Ese tema fue resuelto a su manera por Chú Rubio.
Justamente entre 2001 y 2002, Chú Rubio estuvo al frente del equipo, y manejó al club como pudo. En 2003 llegó Arturo Torres, quién incorporó como sponsor a Siderperú. Allí se hizo el intento de cambio y se logró el otro ascenso con título de la Copa Perú incluido. El fútbol era otro y ya había sponsor y televisión, pero igual se sufrió el descenso de 2006 y ahora último el de 2010.
Lecciones que no se aprenden
De 2005 para adelante se debió haber trabajado para concretar la institucionalización para fortalecer al club, en la búsqueda de un trabajo ordenado y sin déficit, pero eso no ocurrió: las deudas fueron un común denominador, por la sencilla razón que los dirigentes se equivocaron en las contrataciones, perjudicando el presupuesto anual. Y es que comúnmente se gasta mucho más de lo que se recauda. El dirigente se parece a un hincha cualquiera y eso se comprueba en la manera tan deficiente como se manejó al club en los últimos años. Los problemas fueron estrictamente dirigenciales y por eso el equipo se fue al descenso por cuarta vez.
Es decir, en los años que pasaron no se aprendió nada; por el contrario, el equipo ahora juega en Segunda División y tiene a una directiva que, aparentemente, tenía como financiar la campaña del 2011, pero el paso de los meses volvió a reflejar la terrible estabilidad económica del club, con jugadores a punto de irse a la huelga antes de cada partido del torneo de ascenso.
La tarea que se ha encomendado la actual directiva es volver a Primera División, pero los errores prosiguen. Mientras que un equipo como Melgar, que permanece inmutable en la máxima categoría en 40 años, su par chimbtano ya supo lo que es convivir con cuatro descensos y ahora tan solo transita en el ascenso; con óptimismo, pero también con la incertidumbre de no saber que le depara el mañana. Su tradición es inclaudicable, pero hasta que no se despoje el traje de club seguirá padeciendo de los mismos males del ayer.
Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Recortes: diario La Crónica, diario El Bocón
Fotos: Diario de Chimbote
Escrito por Wilfredo Peláez Olórtegui
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Porfavor sea educado y específico en sus comentarios.
JGracias.